Sobre Los disturbios en las Marchas Estudiantiles

Como introducción al tema me referiré a los medios de comunicación. Hay que ser muy plebeyo e ignorante para “armarse” una opinión a priori negativa (tales como: “son puros delincuentes”,” hay que poner mano dura” o “no deberían permitirse las manifestaciones estudiantiles porque siempre pasa lo mismo”, y otros de sus derivados argumentativos vacios neofascistas) sobre los saqueos, la violencia y la destrucción que producen “los encapuchados”.

La televisión es imagen y yo comparto la premisa del “ver para creer”, porqué tampoco creo en dios, sin embargo, es obvio que el medio “de comunicación” este, no muestra todos los acontecimientos transcurridos entre las fuerzas de represión y los manifestantes. Más allá de eso, la explicación misma, desde esa perspectiva, como causa y efecto: carece, de todas las variables que están implícitas en los mencionados hechos.
Ayer, imaginaba a mis amigos de “la pobla”, quinceañeros, adolescentes marginales, quienes me dicen “a mí no me gusta leer”, «en el colegio hacen leer puras weas fomes”.

Todos y por sobre todo aquellos que en su discurso tienen la bondad miserable de los caritativos cristianos, se vanaglorian de su labor educadora en los sectores necesitados; no obstante, a la hora de brindarles a “estos educandos” lo que realmente necesitan, de lo que verdaderamente carecen: LENGUAJE (o la herramienta básica para explicar y argumentar desde la razón sus necesidades), utilizan su poder para hacerlos escalar en los conductos regulares de la enseñanza académica con el mínimo de exigencia, y ni siquiera el mínimo!
Los adolescentes, naturalmente rebeldes, consideran que sacarse una nota deficiente es un golpe a sus “superiores”, es una muestra de que “a mí no importa lo que a ti te interesa obtener de mí”, por lo cual, un adulto suficientemente inteligente debería exigirle (no desde la lógica de la imposición sino desde el argumento y la empatía) el triple a un jovencito en formación. Pues no digo qué esto no se haga, por el contrario, esa es la fórmula qué utilizan los explotadores para adiestrar a su casta en el futuro manejo del vulgo, del proletariado a la fuerza de la diferencia de oportunidades educacionales.
Es irrisorio que se le permita a un estudiante sacarse una nota a costa de una explicación burda de porqué no “hizo la tarea” en vez de hacerlo repetir de curso mil veces si es necesario. Pero el -ministerio de educación- exige eso, dicen.
Exige eso! Para pagar la subvención de un colegio que es un negocio, una empresa como cualquier fábrica de cecinas. Y por ende, al empresario no le queda otra qué hacer pasar de curso al alumno como sea, para recibir sus morlacos que son su razón de ser educador.
Pero ellos no consideran que esos niños salen a la calle, que mañana saldrán a la calle sin saber que decir ni que hacer frente al sin fin de aprovechadores de ignorancia, del estado y la iglesia. Qué mañana estos niños serán sufrientes y alterados y que, a diferencia de quienes tienen la facultad de exteriorizar su malestar en palabras, ellos sólo tendrán sus cuerpos llenos de energía y odio, su rabia a flor de piel dispuesta a exhibirse en donde sea, en una población golpeando borracho para escapar de la angustia a una mujer que escapa de la angustia con ellos, en una población drogándose y matando para conseguir la droga; en un día cualquiera peleando en el metro con quienes tienen acumuladas todas sus frustraciones, o en la micro, o en la cola del supermercado, etc. etc. O, también, en una marcha estudiantil llena de los hijos de la prole reprimida con armas en el ayer, los hijos endeudados que ahora se manifiestan con murgas y estupideces, mientras estos síntomas de la enfermedad de la desigualdad queman cualquier cosa que los haga sentir y recordar lo que son. Excluidos que nadie tiene derecho a juzgar por más que rompan un puto semáforo, quemen una iglesia o hagan pedazos un fetiche de yeso.

LA VICTORIA DEL PERDEDOR

La conversación inició porqué esta noche todos esperamos un Oscar para Di Caprio. Curiosamente terminó en Ricardo Meruane. Respecto a esto último. Existen valores cardinales que determinan lo humano. Uno de los principales es la Empatía. A no todos se nos pide hacer reír a tres mil personas (incluso deben ser más, sólo me aventuré a decir un número grande). Yo no veo el festival de Viña hace muchos años, así como no veo la teletón ni veo televisión. Pero macabramente las redes sociales hacen que uno esté al tanto de lo que le interesa al común, al vulgar, al simplón. Eso está bien.
A propósito de aquello, la única vez que vi el mencionado certamen este año, cuando mi primo encendió la televisión, pues era tanto el fervor en internet que era morbosamente curioso, fue para observar como humillaban a un pobre hombre una horda de fanáticos con tarjeta de crédito.
De esa escena surgieron un montón de variables sociológicas, cuando lo desglosamos. La primera era: el poder. El poder de los medios para determinar: erigir y destruir a sus ansias. Ellos determinaron el fracaso y el éxito de los que salieron a dar la cara. Todo estaba orquestado de antes, por la lógica comercial. Y si bien o mal lograron sus objetivos de “movilidad social” (pues aunque sea “lógica calculada” los poderes fácticos nunca controlan el fervor de la masa, porqué los poderes fácticos, al fin y al cabo, son estúpidos, pero estúpidos con plata), les salió el tiro por la culata. Dejaron hablar a Edo Caroe, a Natalia Valdebenito, pensando que tenían el poder de controlar a los peligros, frente a comediantes que no son de profesión sino que de necesidad. Pero destruyeron la imagen de un hombre, de Ricardo Meruane, a propósito, para hacer más noticias en sus diarios pencas de farándula.
La gente no se da cuenta del cálculo. ¿Por qué los humoristas son los que son más juzgados por “el mounstro”? ¿por qué el mounstro no destruye en pifias a un reggetonero que canta con “playback” si está pagando cincuenta lucas por ver un show? La gente no sabe que el humor es la parte más fundamental del arte. Es la parte que sublima los peores deseos del humano. Los humoristas deben ser los mejores de todos los seres humanos, son los que conocen el corazón negro de la insatisfacción del populacho.
Ellos calcularon como hacer un show del fracaso. Pusieron a Meruane frente a un público adolescente (por naturaleza inconsciente y destructivo), que fue a ver a Yandel y a Don Omar, sólo para hacer prensa.
En este momento queda pensar, si quizá Ricardo Meruane era consciente de aquello y se suicidó por plata como tantos personajes de la historia, que hoy por hoy son considerados martires. Probablemente si. A lo mejor le pagaron mucho más que al resto de los humoristas. Ricardo Meruane, sabía lo que hacía y se forró en plata, aseguró su vida y la del resto de su familia, por muchos años, y ahora está cagado de la risa nadando en millones, riéndose de los chistes que nadie se rió y que la chusma abucheaba esa noche… Un humorista es un payaso, pero un hombre muy inteligente, jamás un estúpido.

LA MUERTE DE LOS AMANTES

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Las relaciones humanas, la manera en que -uno se une-, se vincula al otro, eso que llamamos amor, es también energía. Igual a la que enciende y apaga el hermoso neón de la bohemia o ilumina la noche repentinamente en una madrugada de tormenta. El sujeto-objeto enviste de su energía a un objeto-sujeto. Lo convierte en depositario de su electricidad, de su corriente, de su libido (de su sensación, de su sentimiento). Se enamora, lo adora, lo añora, lo necesita, lo incorpora en su red vital como algo necesario inclusive para su metabolismo; es sumamente importante en todas sus dimensiones existenciales.

El Amor no es un juego, aunque el capitalismo y su afán de robar el sentido de ciertas palabras, haya magreado y prostituido la esencia pura de aquel noble afecto, a tal extremo de incorporarlo al mercado y convertirlo en una fecha comercial (evitaré mencionar la influencia asquerosa de la academia a este respecto).

La gran mayoría de los sujetos de hoy –no saben amar- no aman- nunca han amado a nadie más que a los que les proporcionan algo: a sus padres, a sus familias, a sus delirios de omnipotencia proyectados en religión. A los que les dan algo a cambio de lo que creen hacer.

Para la chusma posesa, las relaciones de pareja se limitan a contratos por conveniencia o a fantasías sexuales perturbadas por los medios de comunicación de masas o la anacrónica ignorancia patriarcal de los credos judeocristianos, que producen represiones profundas, perversiones, parafílias y/o en el mejor de los casos una severa histeria que causa locura, comportamiento errático y por sobre todo una triste incapacidad de sentir placer.

La gente consume amor, como consume cigarros o té verde, ya que piensa que el tiempo es oro.

La gente va por el mundo destruyendo esperanzas y corazones, cual inconscientes soldados de un demonio al que creen dios.

Baudelaire decía que “el Amor es un crimen” siempre hay una victima y un victimario, siempre existe alguien que ama más que el otro, y si se da un final en esa asimetría, en algún momento puesto que nunca existió amor en esa apuesta, obviamente la victima: el verdaderamente enamorado, es aquel que muere de la pena.

Debemos considerar que no se debe hablar de Amor cuando una relación se acaba, si una vinculación termina es porqué jamás existió Amor.

Hay amores que evolucionan gracias a los quiebres, que no son otra cosa que dejar de tener relaciones sexuales, y el amor no muere, la ex pareja sigue estando presente en la correcta manera de estarlo, apoyando y jamás abandonando, no interfiriendo en un posible nuevo amor completo (con relaciones sexuales), pues ama tanto a su ex que la quiere ver feliz. El amor no muere, de hecho eso significa a-mor: sin-muerte.

Pero hay sujetos tan brutalmente poseídos por el capital y su fe romana que su egoísmo enfermo les priva, les miente y les hace creer que su amor es verdadero. Sin embargo poseen la maldita tendencia a diluirse en la Nada y caer en el desprecio, pues son sin duda, a largo o a corto plazo, sólo uno más de los tantos seres despreciables que se hacen llamar humanos y en los casos patológicos, incluso, “buenas personas”. (Los “buenos” son los peores, lo puedo afirmar).

Ahora, sobre la muerte de los amantes. Como explicaba al comienzo, el amor, el afecto, es una energía, una extensión del self, fuera del propio cuerpo.

Cuando se va el amor falso, cuando desaparece de un día para otro como es obvio para la mentira, el individuo-victima (en la lógica de Baudelaire) experimenta la sensación de la amputación y vive por un periodo a cuestas con un “miembro fantasma”.

El victimario, la asesina, desconocen inconscientemente este acaecer y siguen desplegándose en su virulenta rutina de masacre emocional y aprovechadora.

Cuando se pierde algo, cualquier cosa, con el trascendental requisito, eso si, de que sea significativo simbólicamente, se experimenta el –duelo-. El duelo es la Depresión.

Este fenómeno consiste,  a grandes rasgos, en el repliegue de la energía que estaba depositada en el objeto-sujeto que se fue. Esta energía, esta substancia, es de carácter ambivalente: el amor se transforma en Odio, odio inconsciente hacia el objeto de Amor que te abandonó.

Y, por supuesto, ese Odio se experimenta en la carne propia, ese es el Dolor. La mujer y el Hombre no odian lo que se fue, se odian a si mismos y viven el doloroso odio en su piel. Es a raíz de esa agonía lo que se desencadena posteriormente en el verdadero enamorado, todo aquello patológico, disipado y autodestructivo, el enamorado real destruye el amor falso en su propio ser.

Pero existe una radical y fundamental diferencia entre el sujeto-objeto que desaparece producto de una causa ajena, involuntaria, natural, circunstancial, como por único ejemplo: la muerte, que aquel objeto que desaparece y abandona por su propia voluntad.

Aquí es donde se funda la tesis de que la muerte es menos dolorosa que “la muerte de los amantes” pues en la -muerte real objetiva-  el sujeto-objeto desaparece fácticamente, mas en la muerte de la ilusión del amor, el sujeto-objeto se sigue percibiendo como algo que está (por) ahí afuera, lejos, punzantemente presente sin estar, como un fantasma o un diablillo que atormenta.

La metafísica reflejada en el simbolismo teológico, ilustra estas entidades, estos muertos vivos, como algo maligno. Pero es sólo una metáfora de un proceso psicológico sumamente complejo que consiste en comprender que el Otro debe morir y matarte y ser ambos enterrados como un amor nonato, como la quimera de algo que se deseaba intensamente pero que jamás existió.

Lo más terrorífico que la muerte física es la muerte de los amantes.

ANTICAPITALISMO

Nietzsche 1882

Al ser menos influido por la moral occidental-judeocristiana preponderante y falsa, agradezco todo lo material que tengo pero con la misma potencia que lo aborrezco cuando, irremediablemente, no hay más que eso en mi entorno y mi presencia se ve debilitada en el mundo al no correr en su carrera de ilusorio éxito. No es contradicción en ningún caso, por lo menos, lo que planteo. Es sólo que creo que debería estar en paz haciendo las mismas cosas que ahora son una guerra al no estar jamás cerca del umbral contemporáneo del goce a priori que brindan esas cosas, en otras circunstancias validadas sólo por la clase social del dinero.

Para un pobre el arte no puede ser una profesión, sólo puede ser un difícil y aburrido hobbie, pocas veces reconocido más allá de sus pequeños círculos sociales.

Hubo un tiempo en que creí que la paz estaba a-dentro del alma-cuerpo, pero lo de a-fuera es trascendental  evidentemente y para todos.

Hoy lo esencial tiene precio, lo esencial se compra en el mercado de la libertad y la alegría importada desde el hemisferio norte. De esa manera, durante milenios nos condicionó la cultura dominante de los delirantes emperadores. La gente es insulsa por la fuerza de los años en que ha sido sistemáticamente sometida por la violencia, pero hoy el esclavo cree que dejó de serlo cuando viaja a su mazmorra en automóvil y le compra a su amo las cosas que él mismo produce.

El egoísmo y el delito son producto de  la paradoja impuesta por la capacidad de percibir, a través de los medios de comunicación, más allá de lo propio y compararlo inconscientemente con lo que posee el privilegiado por “dios”. El salvaje que era feliz con su piedra no pudo nunca cerrar los ojos que le abrieron con metal manufacturado los reyes del eterno pasado.

El deseo está atado a lo que se ve y no se tiene, desde entonces, dejando en un nivel insignificante a lo que es imposible valorar en oro: todo lo que representa la naturaleza. Y el hombre involucionado no puede amar nada que no sea transable por cosas que brillan. Y ese vicio es profundo y es una pandemia, esa falsa idea es la que destruye el planeta y sus maravillas sublimes y erige el poder en manos de seres que no son aptos, muchas veces, ni siquiera biológicamente. Es penoso ver a un hombre obrero de raza primigenia, luchador y potente sometido al yugo de un esmirriado remedo de europeo que oficia de gerente de una empresa, solamente porqué la heredó de su casta, que lo único en que se destacó en la línea de la historia, es en haber sido siempre acaparadora de las riquezas que les pertenecen a todos…

SIN PERDÓN NI OLVIDO

Allende

Aquella sobrevaloración del perdón como paradigma social, ese temor al odio que pregonan los hippies millonarios, los desclasados ignorantes y los felices ilusos venales, provoca cáncer o psicopatologías y está científicamente comprobado.

Esa aprensión a los efectos de la ira, que si bien no son positivos y duelen y eso es indiscutible, te somete y te debilita en el evolutivo ejercicio humano de re-conocerte esencialmente lejos de la mentira construida de manera intencional por los astutos diablos dominadores que siguen haciendo lo que quieren con los demás a través de los medios de comunicación de masas.

Nunca es bueno generar tanta bilis, ni fruncir el ceño, ni alzar la voz en un tono irritado, ni haber tenido que llegar a esos estados de cosas. Vale completamente la pena abstraerse de las competencias mundanas estereotipadas, evitarse las vicisitudes producidas por el livor ajeno de los competidores ciegos, las confrontaciones pírricas y los desencantos del “esperar algo” de quien no está dispuesto a ceder en nada por el Otro, por razones de éxito personal. El sistema se encarga de hacerte creer que todos son tus potenciales enemigos y te llenas de desconfianza. Pero ese malestar maldito y las ganas de vengarse, que poseen al afectado por la decepción más profunda, creo que son lo más sensato y valedero que una victima puede padecer y manifestar a la hora del duelo por lo acontecido en su contra imaginariamente o no.

El odio es lo primero cuando te abofetean la mejilla. Poner la otra nunca es un acto sincero. Ya no existen mesías, somos demasiado bestias y sabiondos monos, animales absurdos contaminados inevitablemente por la tradición filogenética de la indolencia capitalista-individualista heredada por años de sufrimiento bajo el yugo de un emperador hasta hora eterno. Pretender imitar a Jesús en esos gestos de preeminencia Celestial, además de una herejía burda en nuestro caso, es una falacia de cobardes simuladores, pues no existe más instintito (entendiendo este concepto como una conducta transversal a toda una especie), en el ser humano, que la Vendetta.

Sé que es lamentable lo que estoy postulando y que ciertamente hay matices particulares dependiendo de la calidad humana de cada sujeto, pero en términos generales (o estadísticos o macro políticos) es innegable mi lógica.

Quienes me hicieron daño los borré de mi existencia con furia, los rematé a niveles simbólicos e imaginarios, pues lo real, en estos semblantes está penado por la ley y además no corresponde en un sistema ético de valores por la Vida en su amplio contexto conceptual. No les volví a dirigir la palabra, como mínimo, a los traidores, aprovechadores inconscientes. No me importaron nunca más en la existencia, literalmente. No me interesó incluso si es que eran compatriotas o parientes (pues tenían mi sangre se suponía) y cuando murieron, yo seguí viendo televisión, en un gesto alegórico de suprema indiferencia respecto a ellos.

Hubo algunos que me criticaron el odio y la desidia. Que incluso se atrevieron a decir que el único perjudicado con esos sentimientos era yo mismo. Los que me jodieron, se fueron sin mi perdón y no me incumbieron nunca sus devenires. Yo fui de los que brindaron con champagne cuando emigraron al infierno, y no me afectó cuando los defensores de lo “políticamente correcto” calificaron de “mal gusto” mi reacción irónica-sarcástica de antipatía. No obstante, puede que de ellos yo haya aprehendido algo, una valiosa lección: los errores se pagan con sangre y dinero, es la ley del karma y la consecuencia natural de la justicia Divina (y si, es metafísica de lo que estoy hablando).

El mejor consejo y la mejor moraleja de estos supuestos filosóficos de fábula es jamás actuar de “mala fe” y nunca hacer lo que no quieres que te hagan. Una práctica existencial muy simple si lo meditamos sinceramente con la solemnidad que a priori posee este precepto.

En el tema de las oportunidades, no hay nada que discutir: todos cometemos errores. Pero no se puede crecer de forma recta, sin pasar por encima de los cadáveres del tiempo que se van acumulando en los recuerdos más tristes. A quienes les hice daño sin quererlo o por torpezas de la inmadurez emocional, cuando les veo el rojo en el ojo, siento que algo debo cambiar para seguir adelante, incluso los extraño y quisiese me perdonaran, pero ya están demasiado enfurecidos y sin un cuchillo no los veo a mis espaldas. Y creo que ese hecho está bien, de otra manera seguiría tropezando con las mismas piedras del descuido y la falta de empatía. Y debo reconocer, para tranquilidad de mis enemigos que me odian, con gallardía, que toda vez que lo pasé mal fue producto y consecuencia de mi falta de probidad respecto a ellos (todo bajo unas concretas proporciones).

Los que “perdonan” a los inútiles de la leyenda de sus pasos, por las razones ajenas que les impone la sociedad que los obliga, siguen siendo sostenedores de la costumbre más ladina del humano, son los que no dejan evolucionar a la tierra en cielo, los reaccionarios que se nutren de los círculos viciosos de –no- reflexionar sobre los actos terribles alguna vez cometidos y mantienen el status quo de la dialéctica eterna de las victimas y los victimarios en todos los sentidos de la convivencia social. Son sólo perros penosamente amaestrados por los fariseos que justifican el mal amparados en la Gracia del perdón Divino.

La única guerra ganada es el periodo de paz que antecede a la otra batalla inesperada; y su espacio-temporal de estabilidad (la estabilidad que brinda la paz interior-exterior que desarrolla el que prescinde de la culpa como consecuencia) depende de la fuerza de la convicción de ese que desea verdaderamente evitar pedir disculpas y ser feliz sin ningún problema, libre de pecado, sin la necesidad de ir a la iglesia solamente por ese motivo.

No se trata de reivindicar constantemente los errores cometidos en el pasado, se trata de ejercitar la capacidad de no volver a hacerle daño a nadie por nada del mundo, se trata de ser amable ante todo, de ser constantemente comprensivo con el que adolece, misericordioso-realmente sin hegemonía, de ser solidario sin límites y regalar sin pudor el abrigo y la plata aunque falte, de ser lo más consciente posible en el universo irracional de la razón socialmente acreditada.

“Sin perdón ni olvido” no significa un discurso de mero resentimiento por lo acaecido antaño sino que es el lema que debe conducir la nueva historia, la historia en donde jamás será necesario enunciar de nuevo las palabras –perdón- y –olvido-.

ETNOMETODOLOGÍA DEL PUSILÁNIME

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Basándome en el único contexto que me es posible observar, en lo inmediato, las mañanas de días laborales en Santiago y sus “horarios pick”.

Una serie de sujetos diversos, en cuanto a genero, edad, pretensión social, etc. transversalizados por una misma razón que con sus variables confluye en un solo afán impuesto: llegar al trabajo a tiempo (o mejor dicho a producir el sustento económico para sobrevivir en la empresa de algún millonario que no conoce estos sucesos).

Soy el primero en la fila que espontáneamente se genera bajo el paradero, lo cual me permite acomodarme y contemplar los etnométodos de los que suben tras de mí. Me surge la idea de que, a pesar de “compartir” una misma norma (construida por la publicidad más agresiva), en este caso, la que determina el acto de pagar el pasaje, “validando el ingreso” con una tarjeta de plástico azul con letras amarillas (los colores de la propaganda de la derecha chilena), como entre-paréntesis se valida también el valor de la persona de forma más positiva cuando esta tarjeta de idéntica proporción es dorada, tiene una franja magnética y sirve para ser usada en un cajero automático o para pagar la cuenta en un Starbucks, hay más de una forma de accountability. Por una parte están los que ponen frente al sensor dispuesto al lado del chofer, ese que con una luz verde y un sonido (que está escrito en la tarjeta azul con letras amarillas) indica el cumplimiento de la norma y con una luz roja y un sonido más estridente muestra lo nefasto y lo pobre del que necesita viajar y no cuenta con el saldo suficiente para hacerlo,  y al ser validados con la luz verde pueden ingresar a la fría maquina sin -aparente- preocupación. En otra posición están los que son “evidenciados” con la luz roja. Y es en esta “fracción”   donde identifico se produce otra escisión: están los que al ver la invalidez de su paso (generalmente adultos mayores, entre 50 y 60 años) y lo más probable a sabiendas de que no tienen el “saldo suficiente”, “miran” en primera instancia al chofer deteniendo el apurado paso de los que vienen atrás, para luego “mirar” raudamente hacia el interior del bus, con expresión dubitativa (realizando una serie de movimientos de brazos que incluyen el ademan de mirar la tarjeta y guardarla rápido) para desaparecer en el silencio de los que comienzan a amontonarse. Otra parte de los invalidados, contrariamente a los primeros, que intentan expresar con su etnométodo que no es su intención “evadir”, pues como reza escrito en el piso y los pasamanos del bus y la propaganda de la televisión: -evadir es robar-, ni siquiera ponen la tarjeta en el sensor y con actitud desafiante, buscando algún reproche desde la oscuridad del cubículo del chofer y con la mirada fija en quien este observándolos, ingresan al bus y se sientan en los escalones. Si bien no me interesa la evasión para plantearla como un problema, me resulta desagradable, que existan personas -validadas por la luz verde- que hagan juicios “al aire común que hace viajar el desagradable sonido de las palabras hirientes” sobre los primeros evasores, mientras que respecto a los segundos, guardan un pusilánime mutismo.

SOBRE LA «SELECCIÓN DE PERSONAL»

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Primero que todo y nada, es necesario exponer, en mi caso, que cuando tuve el bendito ramo de “Evaluación de Procesos Cognitivos (I y II)” me dediqué sólo a payasear en la Universidad. Recuerdo que en las laminas fotocopiadas de los test que se le aplicaban a niños; que eran unas impresiones con caricaturas que se encontraban en diferentes situaciones (de agresividad, de miedo, de incertidumbre…) de las cuales los pequeños pacientes debían inventar una historia a partir de la imagen, yo les dibujaba nubes de dialogo a los “monitos”, escribiendo estupideces, y las hacía recorrer las mesas de mis compañeros para que cuando estallarán en risa el Profesor los increpara. Me divertía mucho en esa clase y mis compañeros me odiaban, pero jamás me delataron (creo que inconscientemente, ellos deseaban hacer lo mismo que yo: amenizar una clase completamente aburrida). Mi actitud no era en ningún caso por motivos de tontera, irresponsabilidad, desinterés, falta de respeto o de que yo hubiese sido uno de esos “zorrones” que compran sus títulos para engatusar damas y complacer a sus padres. Lo cierto es que me interesaba mucho el tema de los “test proyectivos”. No así los de test de “C.I” y de “psicometría” utilizada para selección laboral. Y la razón es sencilla, cuando en segundo año de carrera se enseñó a aplicar la batería de Wais y Wisc, un compañero hizo una pregunta muy simple que el renombrado académico de la UC, trabajador (técnico del psiquiatra) de una clínica importante, le respondió -“Aún no se sabe”-. La pregunta fue: -¿Qué es la inteligencia? ¿Tiene una definición?  (Puede que la respuesta para esa pregunta específica, para el que le interese responderse a sí mismo, esté en la historia de la psicología y su relación con la guerra y el imperialismo yanqui, pero ese es otro tema). Consideré que los test de C.I. eran inútiles, salvo para fines macabros de estatificación social. Respecto a los test proyectivos, me llevé una ingrata sorpresa al saber que se “tabulaban” con números y estereotipos culturales. Que no eran para el análisis de la persona y su personalidad sino que para el análisis de la personalidad de la persona en un ambiente predestinado e impuesto. Una gran payasada reaccionaria que para mí equivale a la frenología. Aún me pregunto ¿Cuántos trabajadores son descartados en las entrevistas laborales por este filtro? ¿Cuántos de esos trabajadores eran los más idóneos para esos puestos de trabajo, pero sin embargo, quedaron excluidos por aquel colador inexacto y arbitrario? Consideremos la situación de un postulante a un empleo. Hipotetízemos sobre su ansiedad producida por no tener un sustento económico que le dé de comer, su temor de llegar a casa sin una buena nueva para su familia que depende de él, su angustia por la competitividad que fomenta el sistema productivo, su posición de “el que pide”. Y contrastémoslo con las expectativas del empleador que requiere un tipo “seguro de sí mismo”, “proactivo” y “relajado”, como se supone pretende un empresario interesado en el desarrollo favorable de su negocio y la mejora de los servicios que presta. Ciertamente es algo incoherente. No obstante, tiendo a pensar que los test de selección laboral son precisamente para incorporar a la “línea de producción” a los más pusilánimes, a los más serviles, a los más desesperadamente sumisos. Si un sujeto rompe el esquema de la pasividad y se manifiesta emprendedor y creativo, seguro de sus habilidades y de su experiencia, ciertamente va a ser el candidato incorrecto y deberá seguir golpeando puertas con su currículum bajo el brazo, hasta que una agencia de publicidad o una galería de arte moderno requiera un soldador o un gasfíter para que exponga sobre el acaecer mundano en un simposio en una Universidad Francesa.

SOBRE LA POBREZA MONETARIA

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El fracaso del Estado (o la institución dominante) Por más y mejores “buenas intenciones” posean a la hora de implementar sus métodos de armonía, en forma de imposición validada por la ley que ellos mismos crean para representar, con la convicción de que la democracia representa el deseo de bienestar de la mayoría, seguirá siendo una constante de descontento popular en la medida que sus actores desconozcan la práctica de la teoría que pregonan en base a sus lecturas que no trascienden más allá de la biblioteca de la Universidad. Los tecnócratas son pequeños burgueses universitarios que jamás han trabajado ni tomado una micro, todos los fenómenos sociales para ellos son teoría.

Sin ser majadero, totalitarista, reduccionista ni mucho menos reaccionario, creo que es sumamente menester considerar, por lo menos que, probablemente (la verdad), la realidad de la pobreza y otros flagelos solamente puede ser definida por los pobres y los que padecen los flagelos.

Cualquier intento de racionalización pretendida por quienes no han sufrido en el rigor más fehaciente lo que dicen rehusar, es sólo una burda caricaturización, validada socialmente gracias a los únicos medios de comunicación a los que accede la mayoría, que no sirve para nada al delicado momento de buscarle solución a los problemas. Y como consecuencia, por ende, los perpetúan, dado que vender promesas de cambio es también un lucrativo negocio desde la óptica de la burguesía empresarial-política que siempre ha dominado.

El principal dilema de la democracia representativa es que está hecha nada más que de banderas. Y por más susceptibles que seamos los seres humanos a los simbolismos, nuestra complejidad original (la libertad) jamás podrá homogenizarse por voluntad propia con la complejidad de otro, bajo ninguna de ellas.

La más sensata opción evolutiva es una autonomía ética que base sus principios en la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la valoración  y el reconocimiento del otro.

He sobrevivido mucho tiempo. No igual que un africano hambriento ni un afgano en la trinchera ni un mendigo real: es cierto. La buena conciencia me dicta que no debería quejarme, que mis problemáticas no alcanzan a ser verdaderas vicisitudes, que siempre “hay alguien peor que uno”. No obstante, considero que la sobrevivencia que planteo podría resultar inclusive peor, ya que no tengo armas para morir y matar a favor de la justicia en la que creo, ni tampoco una indiscutible razón para volverme loco; y la sensación de inmovilidad es una certera asesina y una gran compañera de la pasividad. A pesar de llevar mi cartera vacía no proyecto la imagen de un excluido. Nadie haría caridad ni entendería con compasión a un hombre que habla de corceles en vez de caballos, ni con un sujeto “educado” proveniente de una familia de esfuerzo. Aún así mi idea-planteamiento de sobrevivencia, reconozco humildemente que no es una falacia completa. Hace poco cené en un balcón frente al mar de Reñaca y compartí con algunos excelentes amigos de esa pequeña y disimulada burguesía (por qué no reconocerlo), la dicha de estar vivo y inspeccionar la beldad de todo lo pulcro que nos rodea. Soy universitario y jamás he pasado hambre involuntariamente. Pero he sólo sobrevivido, literalmente, sin un peso en los bolsillos. Mientras que mujeres y hombres que se levantan cada jornada a las seis de la mañana, para producir dinero en enormes cantidades a sus patrones con la ilusión de recibir en recompensa lo necesario para sentir que su labor tiene sentido, durante toda su “adultez”, lo único bueno y bello que ven es a través de una pantalla mentirosa, tergiversando la felicidad en objetos perecederos que ellos mismos producen para después comprarlos.

En busca de una re-definición de pobreza, he comprendido que la economía en forma de billetes, en razón del capitalismo, tiene matices que escapan al caudal que representa la riqueza monetaria. El tiempo es oro y viceversa. Es lamentable que para los de mi clase social éste paradigma esté vetado. Lo que verdaderamente define a -la pobreza- económica-material y como consecuencia y por extensión –en este contexto en que todo tiene precio-  a la pobreza intelectual-espiritual, es la nula posibilidad de optar a un simple acto humano: el acto de Elegir. Lo que diferencia a un carente de un pudiente no es solamente el dinero sino la capacidad-voluntad de poder elegir entre una cosa y la otra: -la pobreza no es otra cosa que nunca poder ELEGIR.

En resumen lo que especifica a un –pobre- no es un bolsillo vacío sino su incapacidad de decidir lo que -de verdad- desea y conformarse a la fuerza de su consciencia prestada con lo que logra (o mejor dicho lo que le han hecho pensar que debería lograr dada su posición en la pirámide social)

SOBRE LA MUERTE

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Cuando uno existe dentro de los más básicos parámetros de la normalidad psíquica (que sola y simplemente son la integridad de la satisfacción, de las mínimas necesidades humanas), por lo menos se puede poseer la certeza de que se intentará -como sea- (reproducirse y) sobrevivir. Y por ende se comprenderá a priori el valor de la existencia de los semejantes –incluyendo a toda la naturaleza como tal-.

El que vive bajo este pequeño encuadre axiomático incuestionable es el sujeto que no piensa (de manera consciente) en la muerte sino que la sublima: el hombre-hombre, que resiste para mantenerse integrado al sistema de sus “pares” aunque sea estadísticamente, hoy por hoy.

A pesar de que sea aventurado expresarlo sin una base empírica validada socialmente, afirmo que son muchos los que están imaginándose constantemente el final (que es su propio final). El ©re-sujeto está cada día más cerca de la Parca. Y es muy correcto creer que eso está bien si consideramos las tradiciones milenarias de la sabiduría primigenia, salvo que en el caso de los que estamos sometidos a modelos políticos capitalistas como el que padecemos, dicho ejercicio no tiene que ver con la reflexión existencialista sino con el miedo, la insana paranoia. Y el miedo produce reacciones agresivas que potencialmente suelen ser la vía regia a la muerte.

En los medios de comunicación de masas al servicio de los dominadores, es habitual la imagen del apocalipsis, en particular desde el año 2012 donde casi se institucionalizó la idea del “fin del mundo”. Desde entonces el terror a la Natura vino a complementar el horror a las aberraciones morales que cada día comete el ser humano en el mundo.

La palabra Terrorismo se le atribuye a cualquier forma diferente de expresar la idea de cambiar radicalmente las cosas.

Hay un porcentaje importante de personas que esperan la muerte y hay un resto privilegiado que está muy feliz de estar vivo en una especie de ceguera. Hay algunos de los alegres vivos que les refriegan la dicha, a través de la televisión, sobre la cara a todos los agonizantes que por instinto quisiesen vivir. (Es tan estúpido que esos mismos personajes se pregunten después el por qué de tanta delincuencia).

La tierra y la economía y la tecnología sirve y alcanza para satisfacernos a todos (está científicamente comprobado –desde antes del 1968-) pero lejos de esta suerte de paradigma, los niveles de calidad de vida, para nuestra clase social,  han descendido de tal forma que la muerte en derredor se pasea tan descaradamente que la ignoramos por completo y sólo la divisamos cuando ya es tan tarde que las calles son diques para ríos de sangre de nuestra propia sangre.

La muerte está más cerca que la vida: esa es la pena, esa es la depresión, el cáncer, las enfermedades venéreas, el alcoholismo, la drogadicción, la fechoría, la apatía, la indolencia, la crueldad hacia los animales, los “deportes extremos” y cualquier disfraz del querido suicidio.

Se podría decir que el manto de Tanatos matiza cada acción del sujeto post-ergado post-moderno.

LA TEORÍA DE LA TEORÍA DE CONSPIRACIÓN

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Que las teorías de conspiración no tengan validez en la opinión general, tiene que ver con la diferencia de percepción entre el poderoso y el sometido. Al sometido, que tiene que desencajarse el espíritu para lograr sus metas, no le hace sentido el paradigma del que lo tiene –todo- solamente “apretando un botón”.

Los verdaderos pobres ven como un rico al que tiene un poco más de educación que ellos.

Recuerdo cierta vez en que un sociólogo, que hacía un estudio de la población de una cárcel, me contó que los delincuentes presidiarios en el recinto, le manifestaban que ellos “sólo le robaban a los de arriba”, y él al preguntarles quiénes eran los de arriba -imaginando a magnates que viven en los cerros-, le contestaban “los que andan en el centro”. ¡Y claro! aquello tenía sentido desde su percepción, puesto que la mayoría de los presidarios eran provenientes de los barrios periféricos del norponiente: “abajo”. Para ellos “arriba” era Santiago centro. Pero nosotros los santiaguinos sabemos muy bien que no pertenecemos precisamente a la burguesía.

La percepción errada, que diluye la idea del complot, es producto del desconocimiento de la verdadera riqueza y del verdadero poder de los dueños del país.

Y es ridículo también pensar que esta fantasía es transversal entre la clase baja y la clase media. Hay quienes se sienten afortunados por tener la capacidad de adquirir deudas que le brinden la ilusión del estatus, y se pavonean de un supuesto éxito que no es más que un poco más de cosas materiales sostenidas en un paisaje tan frágil que lo único que producen es depresión y stress.

Un verdadero millonario no tiene solamente un auto último modelo, él (verdadero millonario) viaja en helicóptero y se evita el atochamiento de las calles, un verdadero “hombre exitoso” en los negocios jamás se levanta a las siete de la mañana, un hombre privilegiado tiene una cancha de tenis o una medialuna en el patio de su casa.

Quienes comen solamente fideos para pagar la cuota de su “emprendimiento” en un barrio de lujo, son tan paupérrimos como el delincuente predecible que sólo verlo es saber que algo trama.

El error en la forma de percibir es el problema. Es difícil para un sujeto consiente imaginar que un presidente puede mandar a matar a su propio pueblo, es imposible suponer verdadera la posibilidad de que un millonario haga sistemáticamente, durante años, pedazos la dignidad de una comunidad entera. El hombre consiente cree que eso es una fantasía mórbida de las extremas izquierdas, pero aquello se debe sólo a que no logra ser empático al considerar que los dueños de –todo- tienen demasiado para perder. Y él no tiene nada que perder salvo sus ideales y lo que construyó con tanto esfuerzo, como todos sus pares.

Han habido torres gemelas derrumbadas, sangrientas invasiones a países sin ejército, asesinatos faranduleros que han callado revoluciones pacificas que podían lograr sus cometidos de haberse llevado a cabo y todo esto se ha visualizado nada más que como una terrible coincidencia, en el mejor de los casos.

Yo una vez maté a un ratón y no he podido dejar de sentirme como un maldito asesino, pero hay quienes matan hombres y no les importa un carajo, eso es lo que hay que entender (por difícil que sea) si se pretende cambiar el panorama de la injusticia social. La maldad es algo real y quizás el diablo realmente existe, no como un ser metafísico, sino que en la ambición desmedida de algunos sujetos.