Sobre Los disturbios en las Marchas Estudiantiles
Como introducción al tema me referiré a los medios de comunicación. Hay que ser muy plebeyo e ignorante para “armarse” una opinión a priori negativa (tales como: “son puros delincuentes”,” hay que poner mano dura” o “no deberían permitirse las manifestaciones estudiantiles porque siempre pasa lo mismo”, y otros de sus derivados argumentativos vacios neofascistas) sobre los saqueos, la violencia y la destrucción que producen “los encapuchados”.
La televisión es imagen y yo comparto la premisa del “ver para creer”, porqué tampoco creo en dios, sin embargo, es obvio que el medio “de comunicación” este, no muestra todos los acontecimientos transcurridos entre las fuerzas de represión y los manifestantes. Más allá de eso, la explicación misma, desde esa perspectiva, como causa y efecto: carece, de todas las variables que están implícitas en los mencionados hechos.
Ayer, imaginaba a mis amigos de “la pobla”, quinceañeros, adolescentes marginales, quienes me dicen “a mí no me gusta leer”, «en el colegio hacen leer puras weas fomes”.
Todos y por sobre todo aquellos que en su discurso tienen la bondad miserable de los caritativos cristianos, se vanaglorian de su labor educadora en los sectores necesitados; no obstante, a la hora de brindarles a “estos educandos” lo que realmente necesitan, de lo que verdaderamente carecen: LENGUAJE (o la herramienta básica para explicar y argumentar desde la razón sus necesidades), utilizan su poder para hacerlos escalar en los conductos regulares de la enseñanza académica con el mínimo de exigencia, y ni siquiera el mínimo!
Los adolescentes, naturalmente rebeldes, consideran que sacarse una nota deficiente es un golpe a sus “superiores”, es una muestra de que “a mí no importa lo que a ti te interesa obtener de mí”, por lo cual, un adulto suficientemente inteligente debería exigirle (no desde la lógica de la imposición sino desde el argumento y la empatía) el triple a un jovencito en formación. Pues no digo qué esto no se haga, por el contrario, esa es la fórmula qué utilizan los explotadores para adiestrar a su casta en el futuro manejo del vulgo, del proletariado a la fuerza de la diferencia de oportunidades educacionales.
Es irrisorio que se le permita a un estudiante sacarse una nota a costa de una explicación burda de porqué no “hizo la tarea” en vez de hacerlo repetir de curso mil veces si es necesario. Pero el -ministerio de educación- exige eso, dicen.
Exige eso! Para pagar la subvención de un colegio que es un negocio, una empresa como cualquier fábrica de cecinas. Y por ende, al empresario no le queda otra qué hacer pasar de curso al alumno como sea, para recibir sus morlacos que son su razón de ser educador.
Pero ellos no consideran que esos niños salen a la calle, que mañana saldrán a la calle sin saber que decir ni que hacer frente al sin fin de aprovechadores de ignorancia, del estado y la iglesia. Qué mañana estos niños serán sufrientes y alterados y que, a diferencia de quienes tienen la facultad de exteriorizar su malestar en palabras, ellos sólo tendrán sus cuerpos llenos de energía y odio, su rabia a flor de piel dispuesta a exhibirse en donde sea, en una población golpeando borracho para escapar de la angustia a una mujer que escapa de la angustia con ellos, en una población drogándose y matando para conseguir la droga; en un día cualquiera peleando en el metro con quienes tienen acumuladas todas sus frustraciones, o en la micro, o en la cola del supermercado, etc. etc. O, también, en una marcha estudiantil llena de los hijos de la prole reprimida con armas en el ayer, los hijos endeudados que ahora se manifiestan con murgas y estupideces, mientras estos síntomas de la enfermedad de la desigualdad queman cualquier cosa que los haga sentir y recordar lo que son. Excluidos que nadie tiene derecho a juzgar por más que rompan un puto semáforo, quemen una iglesia o hagan pedazos un fetiche de yeso.